A veces parece que el mundo se desangra. Es necesario hacerle un torniquete pero también hay que cerrar las heridas, pero además es necesario prevenir nuevas heridas. Actualmente, el mundo tiene una importante herida que es Siria. Y esta es una herida que hay que curar. Pero para curarla hay que realizar una operación con una precisión de cirujano, nunca mejor dicho.
En Siria existe un conflicto derivado desde la primavera árabe de 2010, cuando las protestas pacíficas en contra del gobierno de Bashar al-Asad fueron duramente reprimidas. Estas desembocaron en enfrentamientos y éstos en la “guerra civil” actual. Hasta este momento la comunidad internacional podría haber optado por favorecer el diálogo entre ambas partes para solucionar el conflicto mediante unas nuevas elecciones. Sin embargo se optó por la división, así el bloque Ruso-Iraní (Bloque del Este) apoya el régimen de Asad (Socialista y Chiita) mientras que el bloque Estadounidense-Saudí-Turco (Bloque del Occidental) apoya a los rebeldes moderados (Sunitas), una posición minoritaria dentro de la oposición contra Asad.
A partir de 2012, entra también en este conflicto el Frente Al-Nusra o Al-Qaeda en Siria. La situación empeoró aún más a partir de 2013, cuando las milicias del Daesh aprovechando la anarquía para expandir sus dominios se unieron a la rebelión contra el presidente sirio. Actualmente el Daesh domina la mayor parte del territorio sirio, incluidas las reservas de petróleo y gas, y es por lo tanto la mayor oposición al régimen de Asad.
Además en este conflicto también están interviniendo otros grupos desde las fronteras de Turquía y Líbano: los kurdos que luchan principalmente contra el Daesh y Hezbolá que apoya al gobierno sirio.

