miércoles, 9 de septiembre de 2015

A los refugiados

No siempre una imagen vale mil palabras. Una gran imagen puede resultar cargante y desagradable si es utilizada mostrandose una y otra vez por su poseedor para conseguir algo. Una mala imagen no vale mil palabras, y sin embargo esas mil palabras pueden valer más y ser más bellas que esa mala imagen. Como una impactante fotografía puede transformarse en una imagen casi desagradable, eso es lo que esta pasada semana he podido comprobar con la tristemente famosa fotografía del niño sobre la playa. La primera vez que la vi me conmovió, la vigesimoprimera me aterró. La utilización de la imagen por la mayoría de los medios de comunicación ha sido grotesca y vergonzosa, sin embargo he de salvar entre el mundo periodístico a Juan Cruz (además de algún otro), uno de los mejores periodistas (para mí) en activo, que escribía en El País dos artículos esplendidos (os dejo un link abajo). Los medios han despojado a la imagen de todo su sentimiento "mágico", y digo mágico porque no se me ocurre otro adjetivo mejor a no ser de que éste sea poético, le han querido dar un fin utilitarista a una obra de arte impresionista, que ha sido mostrada una y otra vez desde ángulos diferentes, que ha sido deconstruida, descompuesta, analizada hasta el último pixel sin pudor, además de modificada y "photosopeada" por esos internautas hiperactivos que no pueden retener sus "ansias creativa". Le han arrancado la pureza y fragilidad y candidez y melancolía y deseo de paz y libertad que desbordaba la imagen. Le han borrado por así decirlo el alma.


Escribía Juan Cruz: "La muerte de un niño es una afrenta, un grito de la vida contra la muerte. Un niño muerto en la playa, en el lugar en el que se produce ese idilio del mar con la tierra y que ahí no desprende felicidad sino el terrible sonido de una noticia que llueve como el llanto en el corazón. Un niño muerto en la playa, buscando refugio en el mundo, huyendo de la guerra, escapando del cruel sonido de las armas y también del hambre. [...] Ahí yace, en esa playa, el mundo entero."

El mundo se desangra por ciertas partes de su cuerpo, y es incapaz de hacerse ni siquiera un torniquete.

Algún internauta con cierto gusto si que se ha esmerado con la impresión de la imagen y parece haberle dedicado un romance un tanto lorquiano que para nada empaña el alma de la fotografía.


Romance soñado

                                      A los refugiados
El niño varó en la orilla
blanca de la blanca playa.
El mar su cuerpo acaricia,
soñando en la mar amarga.

Durante la noche oscura
la luna le iluminaba
y las estrellas lucían
pero no pudo mirarlas
pues el niño estaba aun
soñando en la mar amarga.
El sol salió a cantarle
pero ni si quiera el alba
pudo al niño despertarle
de su mar de plata amarga.

El niño varó en la orilla
blanca de la blanca playa.
El mar su cuerpo acaricia,
soñando en la mar amarga.

Con su familia partió
días atrás de su casa.
Huyendo de hambre y guerras
zarparon en una barca.
Mar de plata, blanca espuma.
Una gran ola volcaba
la barca en mitad del mar,
sin servirles ya nadar.
El niño varó en la orilla
blanca de la blanca playa.
Verde mar y roja espuma.

El niño varó en la orilla
blanca de la blanca playa.
El mar su cuerpo acaricia,
soñando en la mar amarga.




Juan Cruz Ruiz, Un niño es el mundo entero, El País.


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