Aunque contestar a la pregunta que da título a este ensayo pueda
parecer simple, no lo es tanto; definir la belleza ha sido y es una importante
cuestión desde los inicios de la filosofía, tanto es así que una parte de ella se
dedica enteramente a estudiar la belleza y el arte: la estética. A lo largo de
la historia han destacado principalmente dos posiciones respecto a la belleza
opuestas entre sí: el OBJETIVISMO defiende que la belleza está en el objeto
mismo, el principal teórico de esta corriente es Platón (s. IV a.C.) y el SUBJETIVISMO
que alega que la belleza consiste en nuestra percepción al contemplar el objeto,
el principal filósofo de esta corriente es Hume (s. XVIII). Aquí es donde surge
el primer dilema ¿la belleza está en el objeto o depende de la sensación que
nos provoca?
Hasta el s. XVIII la estética fue
dominada prácticamente por la belleza objetiva heredada de la Grecia clásica y
regida por unos estrictos cánones, lo bello es armónico, equilibrado y
proporcional. La naturaleza es el paradigma de la belleza. Respecto a la
belleza objetiva en el arte, destaca la primacía de la obra sobre el artista y
la obra de arte como imitación de la naturaleza. Para Platón las cosas son
bellas en sí mismas si imitan la Idea de Belleza, la cual es universal, eterna
e inmutable. Sin embargo el problema del objetivismo estético es la búsqueda de
un canon de belleza universal eterno e inmutable, lo que parece imposible ya
que en cada cultura existe uno diferente y además el paso del tiempo los va transformando: en la
Venus de Milo y en la Venus de Willendorf el canon obviamente no es el mismo.
Por tanto, seguimos sin saber como es la belleza verdadera…
A partir del s. XVIII se produce
un giro de 180° en la idea de belleza. Aparece la belleza subjetiva, lo
bello es emocionante, imaginativo, fantástico, libre. La belleza está en el
alma del artista. Destaca la primacía del artista sobre la obra de arte y la
obra de arte como creación de la naturaleza, de un universo “poético” paralelo:
el arte por el arte. Un claro ejemplo de esta concepción de belleza es el
romanticismo. Sin embargo esta idea de lo bello
también origina duda: ¿hasta qué punto depende del creador y del individuo
que observa? Aparece la confusión entre arte y belleza, nadie en su sano juicio
consideraría bella “La fuente” de Duchamp o la “Mierda de artista” de Manzoni,
pero probablemente mucha gente las consideraría arte, entonces: ¿todo lo bello es
arte? ¿todo el arte es bello en sí? Probablemente no. Desde el vanguardismo y Duchamp
el arte ya no es considerado como expresión de belleza sino expresión de
sentido. El arte es símbolo. Entonces si la belleza depende del artista y el
arte no es expresión de la belleza, ¿no existe una contradicción? Por esto
debemos diferenciar belleza y arte, y
volver a nuestro dilema original.
Entre estas dos corrientes estéticas
surge el filósofo, Immanuel Kant (s. XVIII), con su Crítica del juicio:
Para
decidir si una cosa es bella o no lo es, no referimos la representación a un
objeto por medio del entendimiento, sino al sujeto y al sentimiento de placer o
de pena por medio de la imaginación (quizá medio de unión para el
entendimiento). El juicio del gusto no es, pues, un juicio de conocimiento; no
es por tanto lógico, sino estético, es decir, que el principio que lo determina
es puramente subjetivo. […] No hay ciencia de lo
bello, sino solamente una crítica de lo bello. Si hubiera una ciencia de lo
bello se diría científicamente si una cosa debe ser o no tenida por bella. […] Lo bello es lo que agrada universalmente en el
juicio solo (y no, por consiguiente, por medio de la sensación, ni según un
concepto del entendimiento) De aquí se sigue naturalmente que puede agradar sin
ningún interés.
Así, Kant diferencia lo bello de lo agradable
y lo bueno. Lo agradable deleita los sentidos mediante la sensación. Lo
agradable agrada por interés, porque nos proporciona placer. Además, lo
agradable es particular, a cada uno le resulta algo agradable basándose en
su sensibilidad. Lo agradable solo tiene valor para uno mismo. Lo bueno agrada
por medio de la razón, por el simple concepto, y aporta conocimiento (tiene
valor objetivo). Hay un interés por la existencia de un objeto que nos es útil.
Lo bueno implica un conocimiento del objeto lo que no es necesario en lo bello. Sin
embargo, algo es bello cuando nos da
satisfacción por que sí, place por sí mismo, no porque nos emocione o nos
deleite y algo es bello cuando no hay necesidad de captar conceptos ya que solo
depende de la reflexión del objeto, el concepto es secundario.
Sólo
lo bello entra en el ámbito del auténtico juicio estético, pues es una
complacencia desinteresada y libre, sin reposar en interés alguno, ni el de los
sentidos, ni el de la razón, ni el de la fuerza de aprobación.
Existe además otra categoría estética,
lo sublime. Para Kant lo sublime es el “desbordamiento de la belleza”. Lo
sublime es lo informe, infinitud. La belleza es forma, finita y limitada. La
belleza comporta gusto; lo sublime, atracción. Lo sublime es “aquello
absolutamente grande” que fuerza al máximo los sentidos, es inimaginable.
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