miércoles, 27 de enero de 2016

¿Qué es la belleza? (I)

Aunque contestar a  la pregunta que da título a este ensayo pueda parecer simple, no lo es tanto; definir la belleza ha sido y es una importante cuestión desde los inicios de la filosofía, tanto es así que una parte de ella se dedica enteramente a estudiar la belleza y el arte: la estética. A lo largo de la historia han destacado principalmente dos posiciones respecto a la belleza opuestas entre sí: el OBJETIVISMO defiende que la belleza está en el objeto mismo, el principal teórico de esta corriente es Platón (s. IV a.C.) y el SUBJETIVISMO que alega que la belleza consiste en nuestra percepción al contemplar el objeto, el principal filósofo de esta corriente es Hume (s. XVIII). Aquí es donde surge el primer dilema ¿la belleza está en el objeto o depende de la sensación que nos provoca?

Hasta el s. XVIII la estética fue dominada prácticamente por la belleza objetiva heredada de la Grecia clásica y regida por unos estrictos cánones, lo bello es armónico, equilibrado y proporcional. La naturaleza es el paradigma de la belleza. Respecto a la belleza objetiva en el arte, destaca la primacía de la obra sobre el artista y la obra de arte como imitación de la naturaleza. Para Platón las cosas son bellas en sí mismas si imitan la Idea de Belleza, la cual es universal, eterna e inmutable. Sin embargo el problema del objetivismo estético es la búsqueda de un canon de belleza universal eterno e inmutable, lo que parece imposible ya que en cada cultura existe uno diferente y además  el paso del tiempo los va transformando: en la Venus de Milo y en la Venus de Willendorf el canon obviamente no es el mismo. Por tanto, seguimos sin saber como es la belleza verdadera…

A partir del s. XVIII se produce un giro de 180° en la idea de belleza. Aparece la belleza subjetiva, lo bello es emocionante, imaginativo, fantástico, libre. La belleza está en el alma del artista. Destaca la primacía del artista sobre la obra de arte y la obra de arte como creación de la naturaleza, de un universo “poético” paralelo: el arte por el arte. Un claro ejemplo de esta concepción de belleza es el romanticismo. Sin embargo esta idea de lo bello  también origina duda: ¿hasta qué punto depende del creador y del individuo que observa? Aparece la confusión entre arte y belleza, nadie en su sano juicio consideraría bella “La fuente” de Duchamp o la “Mierda de artista” de Manzoni, pero probablemente mucha gente las consideraría arte, entonces: ¿todo lo bello es arte? ¿todo el arte es bello en sí? Probablemente no. Desde el vanguardismo y Duchamp el arte ya no es considerado como expresión de belleza sino expresión de sentido. El arte es símbolo. Entonces si la belleza depende del artista y el arte no es expresión de la belleza, ¿no existe una contradicción? Por esto debemos diferenciar  belleza y arte, y volver a nuestro dilema original.


Entre estas dos corrientes estéticas surge el filósofo, Immanuel Kant (s. XVIII), con su Crítica del juicio:

Para decidir si una cosa es bella o no lo es, no referimos la representación a un objeto por medio del entendimiento, sino al sujeto y al sentimiento de placer o de pena por medio de la imaginación (quizá medio de unión para el entendimiento). El juicio del gusto no es, pues, un juicio de conocimiento; no es por tanto lógico, sino estético, es decir, que el principio que lo determina es puramente subjetivo. […] No hay ciencia de lo bello, sino solamente una crítica de lo bello. Si hubiera una ciencia de lo bello se diría científicamente si una cosa debe ser o no tenida por bella. […] Lo bello es lo que agrada universalmente en el juicio solo (y no, por consiguiente, por medio de la sensación, ni según un concepto del entendimiento) De aquí se sigue naturalmente que puede agradar sin ningún interés.

Así, Kant diferencia lo bello de lo agradable y lo bueno. Lo agradable deleita los sentidos mediante la sensación. Lo agradable agrada por interés, porque nos proporciona placer. Además, lo agradable es particular, a cada uno le resulta algo agradable basándose en su sensibilidad. Lo agradable solo tiene valor para uno mismo. Lo bueno agrada por medio de la razón, por el simple concepto, y aporta conocimiento (tiene valor objetivo). Hay un interés por la existencia de un objeto que nos es útil. Lo bueno implica un conocimiento del objeto lo que no es necesario en lo bello. Sin embargo,  algo es bello cuando nos da satisfacción por que sí, place por sí mismo, no porque nos emocione o nos deleite y algo es bello cuando no hay necesidad de captar conceptos ya que solo depende de la reflexión del objeto, el concepto es secundario.

Sólo lo bello entra en el ámbito del auténtico juicio estético, pues es una complacencia desinteresada y libre, sin reposar en interés alguno, ni el de los sentidos, ni el de la razón, ni el de la fuerza de aprobación.


Existe además otra categoría estética, lo sublime. Para Kant lo sublime es el “desbordamiento de la belleza”. Lo sublime es lo informe, infinitud. La belleza es forma, finita y limitada. La belleza comporta gusto; lo sublime, atracción. Lo sublime es “aquello absolutamente grande” que fuerza al máximo los sentidos, es inimaginable.

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