sábado, 20 de febrero de 2016

De la política española

El politólogo José Ignacio Torreblanca hacía un buen análisis de la situación política española en su artículo Un Gobierno débil, ¡por fin! en El País: 

Parece difícil en la España de hoy negar a nadie el derecho a la pesadumbre. Unir la línea de puntos que va desde la crisis económica hasta el aumento de las desigualdades, pasando por el desafío soberanista y el aumento de la corrupción, no parece requerir mucha destreza. Si a eso añadimos los problemas de liderazgo político, democracia interna y renovación que aquejan a los partidos políticos, el panorama puede ser bastante desolador. Y si como colofón nos detenemos en el patético espectáculo de las consultas y negociaciones para formar Gobierno, un mundo al revés dominado por espantadas, órdagos, bloqueos y tacticismos, cualquier atisbo de optimismo se disiparía más que por completo.

La situación española, política y económica, verdaderamente deja mucho que desear. Y lo peor es que si una empeora la otra también lo hará, es la pescadilla que se muerde la cola, o salvamos ambas situaciones o no nos salvamos nosotros. En nuestra mente podríamos imaginar a la economía española como un funámbulo que está haciendo equilibrios en la cuerda floja mientras que la política aparecería representada por un elefante, un poco torpe, además, que desea también hacer equilibrios en la misma cuerda: parece arriesgado, pero es que la política, o mejor dicho, los políticos son muy osados. Sin embargo de la valentía a la temeridad hay un paso. Este espectáculo imaginario pero representativo, es como indica Torreblanca "el patético espectáculo de las consultas y negociaciones para formar Gobierno". Espectáculo, por cierto, del que los políticos no parecen darse cuenta, tal vez, por su egoísmo, que les lleva a buscar siempre lo mejor para ellos anteponiendo el beneficio propio al colectivo. Y este es un mal del que prácticamente no se libra ningún partido. 

Volviendo a la comparación circense, sería conveniente detallar también cual es el estado de la cuerda floja. Si esta cuerda viniese a representar al Estado se podría afirmar que está, prácticamente, podrida por los casos de corrupción y cedida por la tensión ejercida por los nacionalistas, otros que también solo piensan en ellos mismos, pero cuyo caso es, por otra parte, como dijo el ministro Fernández Díaz, "clínicamente preocupante". Están tan obsesionados consigo mismos y con su "nación", que esta obsesión les impide ver con claridad si lo que están haciendo les lleva al paraíso soñado o a una pesadilla surrealista.

Con que entre bobos anda el juego. Al PP, podrido hasta la médula, solo le salva el apoyo de sus votantes a los que parece no preocuparles lo que puedan hacer los peperos en el gobierno habiendo hecho las barbaridades hechas en Valencia y Madrid. Parece evidente que necesita una limpieza interna en profundidad o una refundación, pero claro quién será el que la lleve a cabo entre tanto inepto (sea quien sea ese valiente esperemos que su elocuencia sea mayor que la de Mariano Rajoy). El PSOE, aparentemente es el que parece percatarse más de la complejidad de la situación. Sin embargo tiene un ligero problema de liderazgo. Está claro que lo peor del PSOE son sus lideres, los cuales tienen cierto carácter cainita: ni Pedro Sánchez, ni Susana Díaz, ni prácticamente ningún barón parece tener la inteligencia política que permita un acuerdo para ir en la misma dirección. A pesar de esto, al PSOE le salvan sus notables políticos de segunda fila como Patxi López, Meritxell Batet, Rafael Bengoa o sus independientes de prestigio como Ángel Gabilondo, Sami Naïr o Victoria Camps. Ciudadanos, que se cree la UCD del siglo XXI, sin serlo ni remotamente, también presenta una obsesión, que es la de la regeneración o la de la II Transición. Pero es que la situación actual no es comparable ni con la de 1975 ni con la de 1898. Como escribió Juan Valera “quien aspira a regenerarse empieza por creerse degenerado”. Yo dudo de que España necesite ninguna regeneración. Son los políticos españoles quienes la necesitan, pero la necesitan de verdad. También hay que añadir que Ciudadanos es, junto al PSOE, un partido que intenta hacer algo para salir del inmovilismo político en el que nos encontramos y eso, aunque ese algo sea poco, hay que reconocerlo. Finalmente, Podemos es sin duda el reflejo de la política española, está desvertebrado por los nacionalismos (En Marea, En Comú Podem, Coalició Compromís...) y peca de la más absoluta soberbia, de hecho Pablo Iglesias ya tiene preparado su gobierno con sus ministros aunque nadie sabe quién va a gobernar

Con todo esto parece que, sin contar al Partido Podrido, son tres los que participan en el juego y los que van a tener que ponerse de acuerdo porque, de lo contrario, nos espera una legislatura breve y unas elecciones tempranas. Y es que es necesario que se pongan de acuerdo porque la izquierda debe entender que no tiene una mayoría suficiente para gobernar sin la derecha de Ciudadanos y porque Ciudadanos tiene que aceptar que no puede contar con el Partido Putrefacto, sino con Podemos y el PSOE. Y solo así, dejando al margen los intereses partidistas, con este pacto de tres que solo es estrictamente necesario para la investidura, el problema político será solucionado.Y digo que este pacto es solamente estricto para la investidura porque a partir de ésta, será el partido del gobierno (teóricamente el PSOE) el que deberá ir consensuando con unos partidos o con otros, las reformas que impulse en el parlamento.

Y concluyo como lo hace José Ignacio Torreblanca:

Lo cierto es que los problemas que tenemos los españoles son propios de las democracias maduras, con economías abiertas y sociedades envejecidas que nos rodean. [...] Ahora nos disponemos a ensayar con un sistema de cuatro partidos, Gobiernos débiles, políticas de coalición y Parlamentos fuertes. Todo muy europeo, por fin. En cualquier caso, siempre nos quedará la posibilidad de, tras un tiempo de experimento, volver a sufrir Gobiernos fuertes con mayoría absoluta. El desánimo es, claro está, un derecho, pero no un deber.

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