Hemos hablado de vestigios de la época romana de Calahorra y no nos atrevíamos a denominar monumentos, ya que desgraciadamente no ha tenido la misma ciudad el natural empeño que debiera haber tenido en la conservación de los mismos. En los 62 años de nuestra existencia, hemos visto ir desapareciendo lo que, si las nuevas construcciones hubieran sido mejor pensadas, se hubiera conservado como honrosamente adquirido. Todo yace ya en gran parte confundido con los cimientos de edificios modernos, o destinados a usos domésticos dentro de su circuito. ¿Dónde están aquellos objetos que como recuerdos históricos hemos ido refiriendo? Edificios, piedras, columnas, medallas, trozos de acueductos, termas, estatuas, láminas, armas... ¡Qué interesante Museo podía Calahorra haber conservado, y a los propios y extraños siempre haber exhibido! Todo se va ocultando, y quizá para siempre. Llegará día, cuando, si acaso, solamente se conserve el recuerdo en las páginas de algunos libros. Esta consideración nos causa tristeza; y, contrarrestando de alguna manera los pensamientos tétricos que agobian nuestra alma al recordar lo pasado, ver lo presente y presagiar lo futuro, hemos creído oportuno recoger en pequeño volumen lo más saliente de lo que de nuestra querida patria, de invencible y vencedora Ciudad, se ha escrito como tesoro de sus trofeos y glorias; rebatir cuanto por malicia o ignorancia se ha publicado con incomparable audacia contra la grandeza de nuestra gloriosa historia; lamentar, en fin, lo tristemente ocurrido, la apatía en conservar nuestras cosas, nuestros privilegios y derechos.
Padre Lucas de San Juan de la Cruz, Historia de Calahorra y sus Glorias, Libro Primero, párrafo VIII, pp. 165-166.
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