La noticia publicada por esta revista de que el Carmen podría echar el cerrojo este año ha generado una reacción de asombro y pesadumbre en gran parte de los calagurritanos debido al vínculo emocional-espiritual e histórico que une el santuario con su ciudad, un vínculo de más de cuatro siglos.
Fue una mujer, Cecilia del Nacimiento, maestra de novicias y, posteriormente, priora, quien a base de influencia, contactos y tesón logró la fundación del convento de la Orden de los PP. Carmelitas Descalzos en Calahorra (la primera de la Rioja). Convenció al Cabildo, al Consistorio y al General de la Orden, de quien se obtuvo la autorización necesaria. En 1602, el obispo Pedro Manso de Zúñiga y el Rey otorgaron sus respectivas licencias. Ese año se iniciaron las obras y vinieron los dos primeros carmelitas para inspeccionar los terrenos y la construcción, pero no fue hasta 1604 cuando los frailes pudieron trasladarse al Carmen. Hasta entonces, estuvieron alojados en casa del regidor y después en una alquilada por la Orden, reconvertida en un pequeño convento inaugurado el 13 de junio de 1603. Ese día, como escribe J. M. Maquirriain en el “Largo día de los Carmelitas Descalzos en Calahorra: 1603-2003”, entraban “oficialmente los carmelitas a ser convecinos y a compartir y conformar parte de la historia de Calahorra”. Una historia común de más de cuatrocientos años en la que la influencia es mutua: el espíritu carmelitano invade a numerosos calagurritanos que sienten la llamada del Carmelo, se forma la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen en 1603 (a la que sucederían otras asociaciones), se celebran fiestas, se ofrece instrucción, conferencias, cursos…, además de los servicios religiosos. Una historia común con dos interrupciones por la supresión de las órdenes religiosas. La primera desde 1809 a 1813 con la invasión francesa, aunque los carmelitas pudieron permanecer unidos en Calahorra con el apoyo de sus vecinos. La segunda desde 1836 a 1883 conllevó la venta del convento y produjo una disgregación, pese a ello la iglesia “siempre estuvo abierta y aseada […]. Siempre estuvo un ermitaño a su cuidado”, como señala en “Historia de Calahorra y sus Glorias” el Padre Lucas, carmelita descalzo enterrado precisamente en el claustro del Carmen. Desde 1883 hasta hoy el santuario ha permanecido vivo.
Con todo, el cierre del Carmen no depende exclusivamente de la Orden de los PP. Carmelitas Descalzos sino también del obispado de Calahorra. Y es que tras la segunda exclaustración hubo un cambio en la propiedad del convento (entre otros acontecimientos dignos de recuerdo pero que desbordarían este artículo) y ésta acabó recayendo en el obispo en 1879. Éste lo cedió a la Orden en 1999, estableciéndose que en el caso de que ninguna congregación se hiciera cargo del culto la propiedad volvería a ser del obispo, para así garantizar que siguiese siempre abierto. En cualquier caso, ni la Orden ni el obispado deberían permitirse deshabitar el santuario. Cuatrocientos años de historia y todos los carmelitas que en él vivieron los observan.